sábado, 8 de diciembre de 2012



Intuyendo Africa

Intuyendo Africa








jueves, 6 de diciembre de 2012

Paranoia

     Cuando llegué al portal donde habíamos quedado estaban todas las luces de la calle apagadas como si fuera de madrugada y todos durmieran. Había corrido como desesperada para llegar a tiempo y ahora, por un momento, no sabía si llegaba demasiado pronto o tarde ya. Antes tomé dos autobuses, tráfico infernal de cualquier hora, terminé el tercer capítulo del libro en el primer autobús, compré unos chicles entre uno y otro, y en el segundo, con la vista aturdida y cansada ya de todo el día, me dediqué a observar a mis anónimos compañeros de viaje con miradas nerviosas de uno a otro lado.
     Cuando llegué al portal estaba todo tan oscuro que se me impregnó el cuerpo de un pánico que iba creciendo dentro de mi cabeza medio aburrida.
     Pasó un gato por la acera de enfrente (por lo menos me pareció oir su maullido), y pasó otro, y otro más,  y piel de gato es precisamente lo que sentí transformarse en todo mi cuerpo porque se me empezaron a erizar todos los pelos de la piel, como una ola simbólica en un estadio de futbol e imaginé varios comienzos de terribles historias de gatos y perros que degeneraban en animales mas pequeños, pájaros al final, murciélagos y toda suerte de seres que solo pueden tener cabida en los sueños mas horribles.
     El caso es que, después de un tiempo difícil de calcular (creo que corto), los gatos desaparecieron como por arte de magia, por lo menos ya no oía el maullido, y solo veia ahora ojitos amarillos que se iluminaban al paso de algún coche y que me hicieron rematar mi paranoia con la idea de que todos esos gatos se convertían ahora en pequeños vampiros.
     Justo llegaste en ese momento esfumando toda la oscuridad como una pompa de jabón.

domingo, 29 de enero de 2012


Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en lo alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eres.


(Pedro Salinas)

Agua...

viernes, 23 de diciembre de 2011

Con todas nuestras fuerzas hemos luchado para que no llegase el invierno. Nos hemos agarrado a todas las horas tibias, y a cada puesta de sol hemos procurado sujetar el sol en el cielo todavía un poco, pero todo ha sido inútil. Ayer por la tarde el sol se ha puesto irrevocablemente en un enredo de nieve sucia, de chimeneas y de cables, y esta mañana es invierno. Sabemos lo que quiere decir porque estábamos aquí el invierno pasado, y los demás lo aprenderán pronto. Quiere decir que, en el curso de estos meses, de octubre a abril, de cada diez de nosotros, morirán siete. Quien no se muera sufrirá minuto por minuto, día por día, durante todos los días: desde la mañana antes del alba hasta la distribución del potaje vespertino, deberá tener constantemente los músculos tensos, dar saltos primero sobre un pie y luego sobre otro, darse palmadas bajo los sobacos para resistir el frío. Deberá gastar pan para procurarse guantes, y perder horas de sueño para repararlos cuando estén descosidos. Como no se podrá comer nunca al aire libre , tendremos que consumir nuestro pienso en la barraca, de pie, disponiendo cada uno de un palmo de pavimento, y apoyarse en las literas está prohibido. A todos se nos abrirán heridas en las manos, y para conseguir una venda habrá que esperar a toda la tarde durante horas y de pié en la nieve y al viento.Del mismo modo que nuestra hambre no es la sensación de quien ha perdido una comida, así nuestro modo de tener frío exigiría un nombre particular. Decimos “hambre”, decimos “cansancio”, “miedo” y “dolor”, decimos “invierno”, y son otras cosas. Son palabras libres, creadas y empleadas por hombres libres que vivían, gozando y sufriendo, en sus casas. Si el Lager hubiese durado más, un nuevo lenguaje áspero habría nacido; y se siente necesidad de él para explicar lo que es trabajar todo el día al viento, bajo cero, no llevando encima más que la camisa, los calzoncillos, la chaqueta y unos calzones de tela, y, en el cuerpo, debilidad y hambre y conciencia del fin que se acerca.

(Primo Levy - Si esto es un hombre)